Crazyland (Abelito)

Por extrañas vicisitudes y cuestiones del destino, me encontraba yo en aquel lugar invadido por el caos, la maleficencia y la muerte. De por sí los hospitales psiquiátricos no son atractivos, pero éste lugar puede perfectamente catalogarse como manicomio. Ciertamente lo es.

El hedor es insoportable, demasiado intenso, y ya no comprendo qué hago aquí. El ocaso estaba lejos, distante, y ciertamente no me parece una tarde agradable. No con ése escenario, al menos.

Caminaba entre los escombros, todo está horrible. Sólo pinturas fatalistas podrían salir de aquí. De pronto advertí la presencia de alguien, aprecié a un hombre de espaldas, bastante alto y fornido. Me pregunto qué hará allí, ¿será un policía?, ¿algún detective?

– Hola, quienquiera que seas –dije, haciendo notar mi voz. Me crucé de brazos y caminé hacia el individuo–. ¿Alguna idea de qué ocurrió en éste lugar?

Todo estaba tan devastado y arruinado. Es increíble.

La actitud del sujeto era recia e imponente; así como su contextura. Lo observé mientras me hablaba, apenas pude intervine en aquella conversación:

– Me llamo Abel –dije, mientras deslizaba mis iris alrededor de aquel lamentable y penoso escenario de simple y mera destrucción. Así que un atentado; eso significa que hasta hace poco aquel lugar poseía un aspecto completa y absolutamente diferente.

– Ando perdido, creo. No sé qué hago realmente aquí, Marcus –dije, observándolo. No parecía estar de muy buen humor, pero bueno–. No veo mucho las noticias, amigo. Ésa es la verdad. ¿Fue un atentado terrorista?. ¿Qué haces aquí?

No quería ser impertinente con mis preguntas, pero yo era tan sólo un dizque artista que se encontraba en aquel lugar. Me pregunto cuál será la profesión de éste fornido sujeto.

– Yo soy pintor y ciertamente no tengo nada que ver con lo que pasó aquí –dije, sonriendo un momento–. ¿Qué hacemos? ¿Nos vamos o exploramos?.